An, también conocido como Anu por los acadios, era el dios del cielo, señor de las constelaciones y rey de los dioses en la mitología mesopotámica. Su esposa era Ki, diosa de la tierra, con quien habitaba en los cielos. Es uno de los dioses más antiguos del panteón mesopotámico, y junto sus hijos Enlil y Enki formaba la triada suprema. Se le consideraba el padre y primer rey de los dioses, además de la figura suprema de la religión sumeria.
Existen dos relatos acerca del nacimiento de An y, por ende, de la creación del mundo. La primera es la del mito sumerio, donde se cuenta que Nammu, diosa sumeria del océano primigenio, primera deidad y origen de todo, hizo surgir de sus aguas una montaña, en ella, el cielo y la tierra estaban unidos, formando un solo ser, pues la punta de la montaña, que tenía origen en la tierra, tocaba el cielo, An era el cielo y ki la tierra. Ambos dioses engendrarían un hijo, Enlil, quien, al nacer, separo a sus padres, creando de esta manera el alba.
La segunda versión del nacimiento de Anu tiene origen en el mito babilónico de la creación, este narra como en un principio solo existía un cúmulo inmenso en el que estaban mezcladas dos fuerzas: las aguas saladas del mar y las dulces de los ríos, estas estaban formando un solo cuerpo, pero pronto se separarían y cada una seria personificada por un dios: Tiamat, el agua salada y Apsu, el agua dulce. El agua del mar y el agua de los ríos se unirían para engendrar primero a Lahmu y Lahamu, dioses que representaban el sedimento y el lodo, y después dieron a luz a Anshar y Kishar, quienes representaban los horizontes que daban limite al cielo y la tierra. Estos dos también se unirían al igual que sus padres y juntos dieron origen a Anu. A su vez, Anu se unió a Ki y procrearon a Enlil.
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A pesar de ser el dios principal de los sumerios, a Anu no se le solía dar mucho protagonismo en sus mitos, no obstante, y aunque no se le hacía justicia a su condición de dios supremo, su aparición si era recurrente.
Anu es mencionado en el épico poema de Gilgamesh, durante algunos puntos clave de la historia, como aquel en el que decide crear a Enkidu para enfrentar a Gilgamesh, tras escuchar las quejas de los ciudadanos de Uruk.
En el Poema de Atrahasis o Utnapishtim, se cuenta el mito del diluvio universal, en este se menciona como Enlil se sentía amenazado por la rebelión de la muchedumbre, ante tal acto, el dios convoco a otros grandes dioses para que le dieran consejo y entre estos dioses, el más destacado era Anu, quien le aconseja encontrar al líder de la rebelión.
En el Enuma Elish, Anu intentaría apaciguar a la diosa primordial de las aguas, pero su intento seria en vano, así que, dotaría a su nieto Marduk de gran poder y perfección para que pudiera hacer frente a la temible y furiosa Tiamat y cediéndole su puesto en el proceso.
Se dice que An decidió entregar a los humanos el trigo, la cebada y el cáñamo, pues estos solo existían en su reino celestial y no en la tierra, pero Enlil que despreciaba a los humanos, tomo los cereales para esconderlos, los escondió en una montaña que cerró con una gigantesca puerta. Afortunadamente otros dioses ayudaron a la humanidad a recuperarlos.
Desafortunadamente y a pesar de ser el dios principal de los sumerios, Anu no posee una figura antropomorfa, pues siempre se le representaba con cuatro signos cuneiformes que simulan una estrella. Este símbolo poseía doble significado, pues hacía referencia a la palabra An, "cielo" y al termino Dingir, "dios". Por tanto, podríamos decir que Anu significa Dios del Cielo.
Los poderes de Anu van en función del periodo de tiempo y la civilización en el que se le ubique, pues para los sumerios, An era el máximo exponente de los dioses, hacedor y creador del universo, un ser de total omnipotencia. Era tal su poder que reinaba los cielos, desde donde tomaba decisiones y mandaba sobre las demás deidades, asignándoles sus funciones. Por desgracia, durante el periodo acadio y asirio fue eclipsado por sus hijos Enlil y Enki, y posteriormente en la época de auge de los babilonios, quedaría aún más rezagado ante la figura de su nieto Marduk.