Anu, también conocido como An en las tradiciones sumerias, es uno de los dioses principales de la mitología mesopotámica. Es una figura prominente en las culturas sumeria, acadia, asiria y babilónica. Representa el cielo y es considerado el primer rey de los dioses, así como el padre de muchos de ellos. Su nombre significa literalmente “cielo”, de ahí que se le asocie con el firmamento, el orden cósmico y la soberanía divina.
Anu es la personificación del cielo y es el encargado de mantener el equilibrio cósmico. Es el progenitor de muchas deidades importantes, como Enlil y Ea, quienes juegan roles clave en la estructura del panteón mesopotámico.
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El mito sumerio de la creación cuenta que Nammu, diosa sumeria del océano primigenio, primera deidad y origen de todo, hizo surgir de sus aguas una montaña, en ella, el cielo y la tierra estaban unidos, formando un solo ser, pues la punta de la montaña, que tenía origen en la tierra, tocaba el cielo, An era el cielo y Ki la tierra.
Ambos dioses engendrarían un hijo, Enlil, quien, al nacer, separo a sus padres, dando origen al espacio para la creación.
Por otra parte, en el mito Babilonico del Enuma Elish, se cuenta que antes de la existencia del mundo, el universo era un caos indiferenciado, representado por dos entidades primordiales: Apsu (el agua dulce) y Tiamat (el agua salada).
La unión de Apsu y Tiamat dio lugar a los primeros dioses: Lahmu y Lahamu, quienes a su vez engendraron a Anshar y Kishar, quienes representaban los horizontes que daban limite al cielo y la tierra. De la unión de Anshar y Kishar nacieron An, el cielo y Ki, la Tierra, dos de los principales pilares del cosmos.
Cabe destacar que en este mito Anu y Ki no forman un solo ser, de modo que el acto de separar el cielo de la tierra no tiene lugar. En vez de eso, cuando Marduk derrota a Tiamat, este último utiliza partes de su cuerpo para formar la tierra y el cielo. A su vez, antes de esta terrible batalla, es Anu, quien entrega a Marduk los vientos y el derecho a gobernar.
En el mito de Adapa, Anu actúa como el juez supremo que evalúa las acciones de Adapa y decide su destino.
Después de que Adapa quiebra las alas del Viento del Sur, este se queja ante Anu, quien se enfurece y convoca a Adapa para que comparezca en el cielo. Lo que nos permite ver que Anu actúa como el árbitro de los conflictos entre los seres humanos y las fuerzas divinas.
Enseguida, Anu interroga a Adapa para entender las razones detrás de su acto. Adapa explica que lo hizo en un momento de frustración mientras pescaba y se enfrentarse a un clima adverso. En un principio Anu se enfada, pero luego queda impresionado por la sabiduría y la elocuencia de Adapa, reconociendo en él la influencia de Enki, su creador.
Enseguida, Anu decide ofrecer a Adapa la comida y bebida de la inmortalidad como un gesto de reconciliación. Sin embargo, antes de subir al cielo, Enki había advertido a Adapa que rechazara cualquier comida o bebida ofrecida por Anu, pues intuía que podrían tratar de envenenarlo. Por ello, Adapa, obediente a Enki, rechaza las ofertas de Anu. Lo que lo podría haber elevado a un estatus de un ser inmortal, poniéndolo en un plano similar al de los dioses.
Al ver que Adapa rechaza la comida y la bebida, Anu se sorprende inicialmente, pero enseguida se da cuenta de que Enki había intervenido. De modo que, declara que Adapa ha perdido su oportunidad de ser inmortal.
En la Epopeya de Gilgamesh, Anu también desempeña un papel breve pero crucial. Ishtar le pide a Anu que envié al Toro Celestial como castigo para Gilgamesh, después de que este rechaza sus avances amorosos.
Inicialmente, Anu duda, pero cede ante la amenaza de Ishtar de liberar el caos en el mundo si no cumple su deseo. Entonces Anu desata al Toro Celestial sobre Uruk, donde posteriormente seria derrotado por Gilgamesh y Enkidu, un acto que provoca la ira de los dioses.
Anu vuelve a aparecer en otros mitos, sin embargo, su participación en estos es mínima y casi siempre representativa. Por ejemplo, en el mito de Atrahasis, Anu forma parte de un consejo, junto a Enlil y Ea, para decidir que castigos enviar a la humanidad, con el fin de controlar su población. También aparece en el mito de Anzu, donde en un principio se nos dice que cedió a su hijo Enlil las tablillas del destino, pero cuando la bestia las roba, es el mismo Anu quien convoca a los dioses y luego encarga a su nieto Ninurta que derrote a Anzu y recupere las tablillas.
El aspecto de Anu no está descrito de manera explícita en los textos antiguos. Sin embargo, su representación se deduce a través de su simbolismo, atributos, y rol como la deidad primordial del cielo.
Se le concebía con una corona de cuernos, un símbolo de divinidad suprema en la iconografía mesopotámica. Su vestimenta podría haber sido decorada con motivos estelares, como estrellas y constelaciones, reflejando su relación con los cielos. Es posible que se le representara rodeado de luz, nubes, y una atmósfera que reflejara su conexión con los astros. En algunas representaciones simbólicas, se le asocia con un trono estelar, destacando su posición como soberano celestial.
Anu posee poderes que reflejan su posición suprema y su conexión con el cosmos. Es el jefe de los dioses en el panteón sumerio y acadio. Representa la ley universal que mantiene el cosmos en equilibrio. Gobierna sobre las estrellas, los planetas y las constelaciones, y regula los ciclos celestiales.