Marduk, es la deidad principal de la mitología babilónica, llego a ser el soberano de la humanidad, el universo y los dioses. Se le asociaba con el agua, la vegetación, el juicio y la magia.
Según el mito contenido en el Enuma Elish, antes de que el cielo y la tierra existiesen, la diosa del agua salada Tiamat y su esposo Apsu, el dios del agua dulce, engendraron una familia de dioses, entre otros Lahmu y Lahamu, quienes a su vez originaron a Anshar y Kisar, estos dos últimos engendraron a Anu, el cielo, quien juntos con Ki, la tierra, tuvieron a Enki, el cual superaría a sus padres y no tendría rival entre los dioses.
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Aparte de Enki, muchos otros dioses menores nacieron, a ellos se les conoció como Igigi y se les encargaron las tareas del mundo, pero cansados de trabajar, decidieron abandonar sus labores y revelarse contra sus padres. Así pues, Apsu planeó acabar con ellos, y le compartió su idea a Tiamat. Su esposa se lamentó amargamente por esta decisión: “¿Cómo vamos a destruir a quienes hemos engendrado?”. Pero Apsu, animado por su hijo y asesor Mummu, decidió llevar a cabo su funesto plan.
La resolución de Apsu llegó a oídos de los dioses, quienes se llenaron de terror. Pidieron ayuda a Enki, el único dios capaz de enfrentar a sus primordiales ancestros. Conmovido por sus suplicas, Enki decidió ayudarlos, viajo al palacio de Apsu y mediante un encanto, lo puso a dormir, para luego acabar con él. Enki tomo prisionero a Memmu, y luego erigió su propio palacio sobre el cadáver de Apsu. En ese lugar, él y su esposa concibieron a su hijo. Marduk creció y se hizo fuerte, su abuelo Anu, orgulloso de él, lo dotó de toda perfección.
Por otra parte, la afrenta de Enki y los Igigi no quedaría impune, pues Tiamat estaba furiosa por la pérdida de su marido e instigada por otros dioses decidió tomar venganza. Entonces preparó un pequeño pero temible ejército para acabar con los dioses rebeldes: hizo once monstruos, entre los que se citan una hidra, un dragón, un héroe peludo, un “gran día”, un perro salvaje, un hombre-escorpión, un demonio feroz, un hombre-pez y un hombre-toro. Además, tomó como esposo a su hijo Kingu y le encomendó la dirección del ejército tras entregándole las Tablillas del Destino, la autoridad sobre todos los dioses: lo que dijese Kingu habría de cumplirse.
Cuando Enki tuvo conocimiento de los planes de Tiamat, se dirigió a su abuelo Ansar para saber que hacer:
“Padre mío, Tiamat, nuestra madre, ha concebido odio hacia nosotros: ha levantado un ejército en su furia salvaje y todos los dioses se han pasado a su lado, incluso los que vosotros engendrasteis toman partido por ella”.
Apesadumbrado, Ansar respondió a su nieto:
“Hijo mío, tú provocaste la guerra, asume la responsabilidad de lo que hiciste solo: tú expusiste y mataste a Apsu. En cuanto a Tiamat, a quien tú ofendiste, ¿quién es semejante a ella?”.
Enseguida Anu envió a Enki al hogar de Tiamat para intentar aplacarla mediante alguno de sus encantos, tal como había hecho con Apsu, sin embargo, al acercarse a la diosa, Enki noto que, incluso sus hechizos más poderosos, eran totalmente inútiles contra ella. De vuelta en la presencia de su abuelo Ansar, Enki confesó su impotencia y le pidió que enviase a otro dios contra ella, pues estaba seguro que, aunque muy poderosa, no era invencible. Ansar envió entonces a su hijo Anu, pero corrió la misma suerte que su hijo.
Mientras Ansar estaba furioso por el fracaso de su hijo y su nieto, sin saber a quién enviar, Enki fue a visitar a su hijo Marduk, y le dijo:
“Marduk, hazme caso y escucha a tu padre: tú eres mi hijo, en quien me complazco. Preséntate reverentemente ante Ansar, habla, toma tu puesto y aplácalo”.
Marduk, entendiendo perfectamente a qué se refería su padre y ansioso por asumir este cometido, se presentó ante Ansar:
“Yo iré y cumpliré tus deseos. ¿Qué varón se ha atrevido a mover guerra contra ti? ¿Y va Tiamat, una mujer, a atacarte con sus armas? Padre, que nos concebiste, gózate y alégrate: pronto pisotearás el cuello de Tiamat”.
Ansar se alegró al ver el valor de su descendiente, y mandó reunir a los dioses para exponerles el plan de Marduk. Una vez reunidos, Anu y Enki le otorgaron su poder tras celebrar un banquete y luego nombraron a Marduk su campeón. Lo sentaron en el trono real, a la vista de sus padres y fue nombrado soberano. Para demostrar su poder, Marduk hizo desaparecer y aparecer una constelación con solo decirlo, entonces los dioses se convencieron y aclamaron: “¡Marduk es rey!”.
Marduk se preparó para la batalla, tomo su arco, su espada y su garrote, se le dio una red para que recogiera las entrañas de Tiamat y se hizo con los cuatro vientos y otros elementos de la tormenta. Finalmente, preparó su carro para la batalla, tirado por cuatro caballos: destructor, inmisericorde, pisoteador y raudo. Y así fue como partió al encuentro de Tiamat.
Marduk fue recibido por los monstruosos hijos de la diosa, pero rápidamente fueron derrotados y capturados. Entonces apareció su madre acompañada por Kingu, por un momento Marduk vio mermado su valor, tras contemplar a la poderosa diosa, pero inmediatamente lo recobro tras que Tiamat le lanzara su primer conjuro. Entonces Marduk arrojó contra ella la tormenta, reprochándole la crueldad para con sus hijos, así mando a volar a su hijo y la retó, diciendo: “Cíñe tus armas, que tú y yo vamos a tomar posiciones y luchar”.
Furiosa por estas palabras, la diosa se abalanzó contra su descendiente, entonces Marduk la atrapó con su red y mandó contra ella los vientos, pero Tiamat, abriendo la boca, los engulló. Sin embargo, estando en ese estado, con la boca abierta y su vientre hinchado por los vientos, Marduk tiró contra ella una flecha que le acertó en el vientre, desgarrándola y derramando sus entrañas.
Acabada Tiamat, su ejército se dispersó, y Kingu fue hecho prisionero, pero no sin que antes Marduk le arrebatara las Tablillas del Destino para hacerlas suyas. Marduk aplastó la cabeza de Tiamat con su maza y luego corto sus venas, la sangre esparcida por el viento, llevó la noticia de la victoria a los demás dioses, luego separó el cuerpo en dos partes como una concha y puso una de las mitades en el cielo, para evitar que las aguas escaparan. Luego fijó las moradas de algunos de los dioses en el cielo. Estableció las estaciones creando las estrellas y las constelaciones, los meses creando la luna y asimismo creó el sol y las nubes. Marduk creó también los vientos y las tormentas, pero se reservó para sí mismo disponer de ellos. A continuación, tomo los ojos llorosos de la diosa y con ellos creo los ríos Tigris y Éufrates. Con el resto del cuerpo formo las montañas, los ríos y el resto del mundo. Por último, creo su palacio como lugar de su reposo y lo nombro Babilonia.
Marduk, entonces, comunicó a su padre un nuevo plan:
“Amasaré la sangre y haré que haya huesos. Crearé una criatura amable, 'hombre' se llamará. Tendrá que estar al servicio de los demás, para que ellos vivan con cuidado”.
Creo entonces Marduk al hombre, usando a Kingu como sacrificio y luego se estableció como gobernante del mundo desde Babilonia.
Marduk era representado como un hombre barbado, con una corona sobre su cabeza y dos pares de alas. Carga sus armas y los vientos lo acompañan al igual que su dragón Mushussu.
Maduk es un dios sumamente poderoso, posee el control de los vientos y la magia, entre muchos otros poderes. Es un magnífico guerrero. Porta diversas armas divinas, siendo el Imhullu, el arma divina de viento, la más poderosa. Marduk fue capaz de destruir las fuerzas del caos, establecer un nuevo orden en el universo y moldear el mundo. Era tan poderoso que podía destruir y crear constelaciones con una sola palabra.