En la mitología sumeria Enki, también conocido como Ea, "Señor de las Profundidades", por los acadios y babilonios, era el dios de la sabiduría y la magia, señor las artes, la construcción, el diseño y la creación, gobernante del Apsu e hijo de An, dios del cielo. Era el padre y creador de la humanidad, además de su principal benefactor. Su nombre deriva de los términos En, "Señor" y Ki, "Tierra", lo que le gano el titulo de Señor de la Tierra. Junto a Anu, su padre, y Enlil, su hermano, formaban la trinidad sumeria.
En la versión acadia del Enuma Elish, se nos cuenta como la séptima generación de dioses, descendientes directos de los Anunnaki conocidos como Igigi, hijos e hijas de Enlil y Ninlil, se rebelan y se niegan a continuar cumpliendo con sus tareas para mantener funcionando la creación. Esta rebeldía despertó la furia de Apsu, dios del agua dulce y co-creador del cosmos, quien amenazo a los jóvenes dioses con destruir el mundo con sus aguas si no regresaban a sus labores, sus palabras aterrorizaron a los Igigi, pues sabían que ni entre todos ellos poseían el poder suficiente para enfrentar al dios primordial.
Temerosos, los dioses recurrieron a Enki, uno de los pocos dioses que podían igualar la grandeza de Apsu y desafiarlo abiertamente, Enki prometió ayudarlos, se dirigió a las profundidades de la tierra y una vez ahí lanzo un hechizo a Apsu para dormirle, aquí la historia difiere entre el aprisionamiento y el asesinato de Apsu a manos del dios de la magia, pero de cualquier forma Enki tomaría el aura del dios primordial para sí y sobre sus restos edifico su propio reino bajo la ciudad de Eridu, que se conocería con el mismo nombre de Apsu y de él emanarían las aguas que hacen posible la vida en toda Mesopotamia.
Este desafió de los nuevos dioses hacia sus padres no quedaría impune, pues Tiamat, diosa primordial del agua salada y consorte de Apsu, se levantó furiosa y dispuesta a cumplir la amenaza de Apsu y llevar el universo de vuelta al caos primordial, de nuevo amedrentados, los dioses menores buscaron nuevamente el amparo de Enki, pero esta vez él no estaba dispuesto a intervenir, abandonados por su protector, los Igigi buscaron la ayuda de su padre, Enlil, quien les prometió solucionar su problema, pero a cambio deberían nombrarlo rey de los dioses, Enlil lograría vencer a Tiamat con el poder de las "flechas de sus vientos" (en la versión babilónica Enlil es remplazado por Marduk, el hijo de Enki).
Tras su victoria, Enlil salvo a sus hijos y se convirtió en el rey de los dioses, pero aún estaba el problema de quien mantendría funcionando el cosmos, y los jóvenes dioses Igigi seguían reacios con cumplir su deber, mas no tendrían de otra que trabajar, pues de lo contrario el caos llegaría al mundo de cualquier forma y el esfuerzo de sus antecesores seria en vano, por ello, elevaron sus suplicas a Enki, quien era el único que podría ayudarlos, pero el dios yacía en un profundo sueño y no escucha sus llantos.
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Afortunadamente Nammu, madre de Enki, lleva las lágrimas de los dioses ante su hijo y le susurra al oído:
"Oh, hijo mío, levántate de tu lecho, desde tu…, has lo que es sensato: Forma a los servidores de los dioses, para que puedan producir sus dobles".
Las palabras de su madre sacaron a Enki de su letargo y se pone manos a la obra. Informa a las deidades que creará un sirviente para los dioses, la humanidad, que será creada de arcilla y sangre. Para su propósito, los Igigi sacrificaron a Kingu, hijo y segundo consorte de Tiamat, quien ayudo a su madre en la guerra divina, al principio Enki no estaba de acuerdo con su sacrificio, pero finalmente consiente en usar su sangre para crear al hombre, de la mezcla nacería el primer humano, Adapa, el primero de siete sabios que lo seguirían, entonces Enki reunió un grupo de dioses para ayudarle a esculpir, juntando al mejor grupo de artífices. Y entonces dijo a su madre:
"Oh, madre mía, la criatura cuyo nombre has pronunciado existe:
Fija en ella la imagen de los dioses.
Amasa el corazón con la arcilla que está en la superficie del Abismo,
Los buenos y magníficos modeladores espesarán esta arcilla.
Tú, has nacer los miembros; Ninmah trabajará antes que tú,
Las diosas del nacimiento… estarán junto a ti mientras tú harás tu modelaje.
Oh, madre mía, decide el destino del recién nacido,
Ninmah fijará en él la imagen de los dioses: Es el hombre…
De esta manera Enki creo la mezcla para la vida y ayudado por otros dioses creo a la humanidad a base de sangre y barro.
En la epopeya de Enmerkar y el Señor de Aratta, en un discurso de Enmerkar, se pronuncia un encantamiento que tiene una introducción mítica:
En aquellos días no había ninguna serpiente,
No había ningún escorpión,
No había hiena, no había león;
No había perro salvaje ni lobo;
No había miedo ni terror:
El hombre no tenía adversario.
En aquellos días en los países de Shubur y de Hamazi,
Sumer, donde se hablan tantas lenguas,
El gran país de las leyes divinas de principado,
Uri, el país que tenía todo lo necesario,
El país de Martu, que descansaba en la seguridad,
El Cielo y la Tierra todo, las gentes al unísono,
En una sola lengua ensalzaban a Enlil.
Pero entonces, el Padre-señor, el Padre-príncipe, el Padre rey,
Enki, el Padre-señor, el Padre-príncipe, el Padre-rey,
El Padre-señor enojado, el Padre-príncipe enojado, el Padre-rey enojado...
Abundancia... El hombre..."
Desgraciadamente el texto esta fragmentado y no se conservan todas las líneas de este épico escrito, pero podemos rescatar que nos habla del enfado o envidia que Enki sentía por el enorme poder de su hermano Enlil, así que, decide arruinar su imperio creando conflictos y guerras para terminar con su edad de oro.
En el manuscrito de Atrahasis, conocido como Ziusudra por los sumerios, Enki ayudo a la humanidad a sobrevivir en tres ocasiones, pues cuando Enlil, ya como rey de los dioses, harto de la humanidad decide que hay que eliminarla. Manda sucesivas sequías, hambrunas y plagas para eliminar al hombre, pero Enki presta consejo a Atraharsis con el fin de combatir los planes de su medio hermano. En los primeros dos intentos los instruye para que dejen de adorar a todos los dioses, centrando sus suplicas únicamente en aquel dios responsable de su mal, para que se avergüence y ceda su ataque.
En el tercer intento de Enlil, este desata varios males sobre la tierra para contrarrestar la estrategia de la humanidad y casi logra su cometido, de no ser porque Enki les entrega recursos suficientes para sobrevivir en contra de los deseos de los demás dioses, por desgracia seria descubierto y obligado a destruir el mismo a su creación, además, se le prohibió aconsejar nuevamente a la humanidad o seria castigado. Aun con la amenaza, Enki astuto como siempre encontró la manera de ayudar a los hombres, pues hablo con Atraharsis a través de un muro de juncos. Así lo instruye a construir un barco para rescatar a su familia y a otras criaturas del diluvio que les caerá encima. Una vez que culmino el diluvio, Enlil descubre el arca y furioso se dispone a castigar a Enki, pero el dios de la magia lo convence de detener su exterminio con nuevas medidas para evitar que la humanidad vuelva a ser tan numerosa.
En otro mito, se nos cuenta como una joven Inanna visita a uno de los dioses mayores, Enki, el señor de Eridu, quien ofrece un banquete para recibirla, el seductor dios la colmo de licor, pero la joven y vivas diosa mantuvo su virtud, mientras que Enki se emborracho y perdió la conciencia, situación que fue aprovechada por Inanna para tomar los Me y llevarlos hasta su templo en Uruk, en el camino Enki despierta y al enterarse de que perdió sus Me envía a los demonios Gallu para arrebatárselos a Inanna, pero la diosa sale bien librada y logra llegar a su ciudad. Ante tal fracaso, Enki se da cuenta de que perdió por su arrogancia y acepta la situación.
Enki fue por mucho tiempo uno de los dioses más adorados de Mesopotamia, sobre todo en el periodo sumerio y acadio. Su templo principal era conocido como E-absu, el "templo o casa del agua", un templo zigurat rodeado por las marismas del Eufrates, cerca de la antigua costa del golfo pérsico en Eridú. Se le adoraba como el constructor y creador de la humanidad, además de guardián de los Me. El símbolo de Enki era una serpiente en doble hélice o el caduceo, a veces confundido con la vara de Esculapio.
Enki era representado como un hombre barbado, portando una corona con cuernos que simboliza la divinidad y vestido con una túnica larga que semeja la piel de un pez. Se le mostraba con dos chorros de agua fluyendo a sus hombros, uno es el Tigris y el otro el Eufrates. Junto a él había árboles simbolizando el aspecto masculino y femenino de la naturaleza y sosteniendo la "Esencia vital" que él mezclaría para crear varias criaturas que vivirían en la faz de la tierra.
Enki es uno de los dioses más poderosos de las mitologías mesopotámicas, es sumamente sabio y astuto. Como señor del Apsu tiene poder sobre la vida, la muerte, la prosperidad y la fertilidad. Es el guardián de los Me y como tal posee el poder de estos inigualables objetos mágicos. Aunque, Enki por sí solo ya es conocido como el dios de la magia, es el hechicero más poderoso de sus mitologías, pues con sus hechizos puede moldear la materia y encantar a sus enemigos, ya sea para dañarlos o sumergirlos en un profundo sueño sin salida. Por si fuera poco, es capaz de diseñar y crear vida.