Estos monstruosos seres aparecen en la Teogonía de Hesíodo. Ahí se narra cómo fueron los últimos en nacer de entre sus hermanos, pues primero vinieron al mundo los Titanes, quienes fueron seguidos por los Cíclopes. Entonces de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyos nombres no deben pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros.
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Cien brazos informes salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenta cabezas de los hombros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo. Hesíodo los coloco como los últimos hijos de la tierra y el cielo, mientras que Apolodoro los menciona como los primeros.
Todo comienza con Urano, quien temeroso de ser destronado confinaba a sus hijos en el Tártaro. Cada vez que alguno de su prole estaba a punto de nacer, Urano lo retenía junto a todos los demás, ocultos en el seno de Gea sin dejarles salir a la luz. Este fue por mucho tiempo el destino de los Hecatónquiros y sus hermanos.
Por poco tiempo estuvieron libres tras la castración de Urano por parte de Crono, pues luego del ascenso de este al poder, el nuevo soberano del mundo encerró una vez más a los Hecatónquiros en el Tártaro junto a los Cíclopes y coloco a la temible Campe como su carcelera para asegurarse de que nunca salieran. Aquí permanecieron encadenados, angustiados y con el corazón lleno de dolor. Cuando estallo la Titanomaquia, Gea profetizo que la victoria seria para Zeus y sus hermanos, así que, insto a los Olímpicos para que dieran fin al cautiverio de sus hijos, de hacerlo, los poderosos gigantes se pondrían de su parte e inclinarían la balanza para los dioses.
Zeus aceptó el consejo de su abuela, viajo a lo más profundo y oscuro del inframundo, se enfrento y acabo con la monstruosa Campe y con el camino despejado, pidió ayuda a los centímanos a cambio de su libertad. Estos aceptaron y Zeus los alimentó con néctar y ambrosía para devolverles el vigor. De esta manera los Hecatónquiros participaron en la Titanomaquia a favor de Zeus:
“En la vanguardia provocaron un violento combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes. Los enviaron bajo la anchurosa tierra y los ataron con inexorables cadenas”.
Al terminar la guerra los Hecatónquiros se establecieron en unos palacios sobre las raíces del río Océano, convirtiéndose ahora ellos en los guardianes de las puertas del Tártaro, donde Zeus había encerrado a los Titanes.
En la Ilíada hay un pequeño relato que no se cuenta en ningún otro sitio. Este narra que en algún momento los dioses estaban intentando derrocar a Zeus. Fue tal la conspiración, que el rey llegó a ser encadenado por Hera, Atenea y Poseidón, pero su traición fracaso cuando Tetis invocó a Briareo, que acudió en ayuda de Zeus. El autor describe a este ser tan poderoso, que especifica lo siguiente: “El poderoso Briareo es más fuerte que su padre”.
Los Hecatónquiros eran gigantes tan colosales como horrorosos. Tenían cincuenta cabezas que crecían de sus anchos hombros, de estos mismos brotaban cien largos y poderosos brazos. En ellos portaban multitud de armas, aunque, también podían estar cargando enormes rocas para lanzarlas.
La fuerza de los Hecatónquiros no tenía comparación en la cosmogonía griega, ni titanes ni dioses eran capaces de igualar su terrible poderío físico. Este poder era sumamente temido, tanto que su padre y hermano los mantuvieron aprisionados por miedo a enfrentarlos. Solo Zeus y nadie más que Zeus poesía su favor.