Sigfrido, también conocido como Sigurd en nórdico antiguo y Sigfried por los alemanes, es un héroe legendario de la mitología germánica, quien al terminar con la vida de un dragón y bañarse en su sangre, se volvió inmortal. Es hijo de Sigmund, rey de los francos y Siegelinde, hija de Eylimi. Las historias más importantes de Sigfrido están contenidas en las obras de La Saga Volsunga y del poema El Cantar de los Nibelungos.
Como ya mencionamos, Sigfried era hijo de Sigmund y Siegelinde, desgraciadamente esta murió durante el parto, quedando Sigfrido huérfano de madre. La pérdida de su mujer hizo que el rey Sigmund sobreprotegiera a su pequeño hijo, pero el destino tenía algo muy diferente planeado para Sigfrido.
A temprana edad y siendo todavía un niño, Sigfrido partió del castillo de su padre y comenzó a vagar por campos, ríos y bosques. En una de sus aventuras se adentró en un espeso bosque, donde no lograría encontrar refugio y la noche lo alcanzo, junto con la oscuridad llego el frio, cosa que complico su situación, las duras condiciones lo hicieron temer por su vida, afortunadamente seria encontrado por el enano Mimir, quien lo acogió en su fragua.
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Cerca de la casa de Mimir se encontraba una angosta brecha que conducía hasta una profunda cueva que contenía en su interior el reino de los Nibelungos, estos enanos eran expertos en la minería y la orfebrería, eran tan buenos que se contaban historias acerca de los asombrosos objetos mágicos que creaban. En lo más profundo de su morada, los enanos escondían un fabuloso tesoro que guardaban celosamente, para custodiar sus preciadas creaciones colocaron en la cámara al dragón Fafnir.
Mimir también formaba parte de los Nibelungos, sin embargo, le guardaba un gran rencor a sus congéneres, pues hacía mucho tiempo fue expulsado del reino subterráneo. Tras conocer a Sigfried, Mimir noto su gran valentía, sabía que el joven tenía el valor necesario para convertirse en un gran héroe, y de paso le serviría como instrumento para su venganza. A partir de ese día Mimir instruyo a Sigurd en el manejo de las armas y le enseño todo lo que sabía de combate, todo con la esperanza de que algún día fuera capaz de enfrentar y vencer al dragón, para luego arrebatarle sus riquezas a los Nibelungos.
Una vez que Sigfrido creció, había llegado el momento de enfrentar a Fafnir, lamentablemente no contaba con una espada lo suficientemente fuerte y resistente como para poder atravesar la dura piel del dragón. Por ello Mimir forjó Balmung, una poderosa y mágica espada forjada con los fragmentos de otra que había encontrado en el bosque y que muchos decían había sido fabricada por el mismísimo Odín tiempo atrás. Al terminarla se la entregó a Sigfrido y este partió a desafiar al dragón.
Sigfried logro escabullirse hasta la cámara del tesoro, pero apenas llegar el dragón lo recibió con fuego, Sigurd corrió a esconderse detrás de unas rocas, pero Fafnir se abalanzo tras él, al escucharlo Sigfried continúo moviéndose entre las rocas mientras el dragón seguía tratando de alcanzarlo con sus llamas, afortunadamente Sigurd logro engañar a la bestia con sus movimientos, sorprendiéndolo con un violento tajo en su costado que logro impactar en el corazón de Fafnir.
Una vez abatido el dragón, Sigfried se bañó con su sangre aún caliente, pues Mimir le revelo que de hacerlo se volvería invulnerable. Sin embargo, una pequeña hoja de tilo quedo pegada a su espalda dejando un punto en el que la sangre del dragón no llegó a cubrirlo.
Ahora con el camino libre, Sigfrido se dirigió hasta el tesoro, pero de las reliquias de los Nibelungos solo tomo un casco que podía volver invisible a aquel que lo portara y un anillo muy hermoso, pero que cargaba una antigua maldición, la cual llevaría la muerte a su dueño.
Tras lo acontecido, Sigfrido aún estaba deseoso de aventuras, así que, abandonó la casa de Mimir y se dirigió en busca de nuevas aventuras, su primera parada fue Dinamarca, cuyo rey le obsequió al caballo Grani, descendiente de Sleipnir, el mítico caballo de ocho patas de Odín, y embarcó en dirección a Islandia. Al explorar la isla de hielo encontró un castillo rodeado por un muro de llamas, en cuyo patio una hermosa doncella vestida con cota de malla yacía dormida sobre un escudo. Montado en Grani, Sigfrido saltó por encima de las llamas, y despertó a la joven con un beso.
Al despertar la joven doncella rebelo su nombre e historia a Sigfried, su nombre era Brunilda y era una valquiria, había sido puesta en ese lugar por el dios Odín como castigo y no podría ser liberada de su letargo hasta que la rescatara un caballero tan valiente como para cruzar el cerco de fuego. Sigmund acompaño a Brunilda por unos días, pero pronto comenzó a recorrerlo una sensación de nostalgia, el joven extrañaba el hogar de sus padres, pues hacía años no regresaba, por ello regreso a Niederland, donde fue recibido como un héroe.
Sigfried disfrutaría de su estancia a lado de su padre, pero no permanecería ahí por mucho tiempo, la aventura una vez más clamaba en su corazón. Pues a Niederland llegaban noticias acerca de la magnificencia del vecino reino de Burgundia, del valor de su rey Gunther y de su vasallo Hagen, y de la hermosura de Crimilda, la hermana del rey. Sigfried viajó a Burgundia, donde forjaría una gran amistad con el rey y se enamoraría de su hermana, quien correspondió su amor.
Un día llego a Worms, capital de Burgundia, un bardo islandés cantando versos acerca de la princesa Brunilda, quien desafiaba en combate a todo aquel que pretendiera casarse con ella, aquel que lograra vencerla se ganaría su mano, pero hasta ese momento nadie había logrado derrotarla. Intrigado por las palabras del bardo, Gunther quiso ir a Islandia para desafiar a Brunilda y desposarla, no obstante, Sigfrido, que ya conocía a Brunilda, sabía que tal empresa excedía la capacidad del rey, así que intentó disuadirlo, más sin embargo no lo logro y para colmo de males Gunther le pidió que lo ayudara en su propósito, cosa a la que Sigfrido se negó en un principio, aunque, cambiaría de opinión luego de que el rey le ofrecía a cambio la mano de Crimilda, razón por la que acabó cediendo.
Juntos se embarcaron rumbo a Islandia. Antes de subir al barco, Sigurd se puso el casco mágico del tesoro de los Nibelungos, con el fin de aparentar que el rey partía solo, pues en su plan estaba guiar los movimientos del rey cuando luchara con Brunilda sin que esta se diera cuenta. El combate salió como lo habían planeado y, una vez derrotada, Brunilda accedió a marchar a Worms y casarse con Gunther.
De regreso en Burgundia se realizó una espléndida boda y se celebró una enorme fiesta para conmemorar la unión del rey y también de su hermana. Desafortunadamente y, aunque, Gunther colmo a Brunilda de atenciones y regalos desde ese día, esta no era feliz, pues su marido no se comportaba como el gallardo héroe que la valquiria esperaba y ella en realidad ardía de celos por Sigfrido. La relación entre Brunilda y Crimilda era sumamente tensa y áspera, las discusiones entre ellas se tornaban cada vez más violentas, hasta que en lo más álgido de una de estas Crimilda le rebelo a su cuñada la verdad acerca de lo sucedido en Islandia. Acto que ocasiono que Brunilda montara en cólera y se fuera del reino para no volver nunca.
Abandonado y humillado, Gunther culpo a Sigurd de la marcha de su amada y por si fuera poco, Hagen no hacía más que verter palabras llenas de ponzoña en sus oídos, incitando al rey a acabar con Sigfried, no obstante, el rey no estaba seguro de intentar tal cosa, pues Sigfrido era invencible, sin embargo, Hagen logro convencerlo de dejar el asunto en sus manos, él encontraría la manera.
Con engaños, Hagen logro convencer a Crimilda para que le revelara la razón de la invulnerabilidad de Sigfrido, le contó como su esposo se bañó en la sangre de Fafnir para volver su cuerpo invulnerable, salvo en aquel pequeño punto de la espalda en el que la hoja de tilo había impedido que la sangre tocara su piel. Una vez supo esto, Hagen dio inicio a su plan, organizó una cacería durante la que, tras quedarse a solas con Sigfrido, le clavó una daga en la espalda, atravesando su corazón.
Así murió el valiente Sigfrido, hijo de Sigmund y Siegelinde. Cumpliendo con su muerte, la maldición del anillo de los Nibelungos, de la que ni el invulnerable Sigfried pudo escapar.
Cabe mencionar que esta es sólo una entre las múltiples versiones de la leyenda de Sigfrido, cuyo origen se remonta a la época en que los pueblos germánicos y escandinavos regían las tierras del otro lado del Rhin, más allá de la frontera del Imperio Romano.
Sigfrido es representado como un hombre de aspecto nórdico, de cabellos rubios y largos. Se le suele mostrar portando su casco de invisibilidad y su espada mágica, luchando contra el dragón Fafnir o a lada de la valkiria Brunilda.
Los poderes de Sigfried no disten mucho de los de un mortal, pues su fuerza, velocidad y agilidad son las de un guerrero bien entrenado, no obstante, si es un experto combatiente prodigio, esto sumado a sus objetos mágicos y su virtualmente invulnerable piel lo convierten en un enemigo de temer.