Ghroth (Lovecraft)

Ghroth es uno de los moradores de la Corte de Azathoth. Allí permanece desplazándose alrededor del Sultán de los Demonios como si de su satélite se tratase. Al parecer, solo abandona la Corte cuando debe llevar la destrucción a algún astro.

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Para ello, Ghroth emite una misteriosa melodía que, aunque es imperceptible para muchos seres vivos, tiene unos efectos devastadores en los cuerpos astrales que la perciben. Es la llamada "Música de las Esferas".

Se dice que donde quiera que Ghroth pasa, su presencia despierta a los dioses primordiales y a otras entidades cósmicas, contenidas en el planeta, desatando el caos en los mundos que se encuentran en su camino. Más tarde, son estos quienes terminan de arrasar el planeta y Ghroth puede retirarse de nuevo a la Corte, dando su misión por cumplida. Su llegada suele presagiar el fin de civilizaciones enteras.

A continuación, les presento una pequeña historia no canónica:

El planeta Xynora flotaba en la vastedad del cosmos, un mundo de maravillas tecnológicas y belleza natural. Sus habitantes, los xynoranos, habían alcanzado un nivel de desarrollo que rozaba la perfección. Ciudades de cristal y luz se alzaban hacia el cielo, alimentadas por energías limpias y renovables.

La guerra, la enfermedad y la pobreza eran solo recuerdos lejanos, historias contadas a los niños para enseñarles el valor de la paz. Un día, los astrónomos de Xynora detectaron una anomalía en los cielos, una estrella que no debería estar ahí, desplazándose lentamente en dirección a su sistema.

Al principio, pensaron que se trataba de un error en los instrumentos, pero pronto fue evidente que aquella "estrella" era algo más, algo vivo. Los científicos trabajaron frenéticamente para entender la naturaleza del objeto, pero cuanto más lo estudiaban, más se extendía el miedo entre ellos. Sus ecuaciones y simulaciones no podían explicar cómo una entidad de tal magnitud y poder podía existir, y mucho menos cómo detenerla.

Las noches se volvieron inquietas en Xynora, con el brillo carmesí de la estrella creciendo día a día, como una herida abierta en el cielo. El Alto Consejo decidió enviar una flota de reconocimiento, naves equipadas con la tecnología más avanzada que Xynora podía ofrecer. Atravesaron el espacio en silencio, con la esperanza de desviar o, al menos, comprender lo que estaba por venir. Pero a medida que se acercaban al objeto, sus sistemas comenzaron a fallar, y una por una, las naves se apagaron, dejando a sus tripulantes flotando en la oscuridad, impotentes.

Los pocos datos que lograron transmitir antes de desaparecer confirmaron los peores temores de Xynora: aquello no era una estrella, sino una entidad consciente, un titán cósmico conocido en antiguos mitos como Ghroth, el Destructor de Mundos. Su llegada no solo significaba el fin de su civilización, sino de todo lo que alguna vez había existido en ese rincón del universo.

Ghroth se acercaba, y con él, una vibración profunda comenzó a recorrer el planeta, resonando en el núcleo mismo de Xynora. Los mares se agitaron, los cielos se oscurecieron, y la tierra comenzó a agrietarse. Los xynoranos, desesperados, intentaron activar sus escudos planetarios, pero estos se desvanecieron ante la presencia abrumadora de Ghroth, como si fueran simples espejismos.

Entonces, el cielo se partió en dos. Una onda de energía roja se extendió desde Ghroth, envolviendo el planeta entero. Los edificios de cristal y luz se hicieron añicos, las ciudades se desplomaron en silencio y los gritos de los xynoranos quedaron atrapados en sus gargantas, ahogados por la implacable melodía de Ghroth.

Un canto de destrucción, antiguo como el tiempo mismo. El núcleo del planeta comenzó a colapsar, atrayendo hacia él todo lo que alguna vez había sido Xynora. En cuestión de minutos, el planeta se convirtió en una esfera de energía pura, antes de implosionar en un destello de luz cegadora.

Cuando la luz se disipó, no quedaba nada. Ni rastros, ni cenizas, solo un vacío donde alguna vez había existido un mundo de maravillas. Ghroth continuó su viaje, indiferente al silencio dejado atrás. En su camino, no había piedad ni arrepentimiento, solo la fría certeza de que nada podía escapar a su paso. Y así, mientras Xynora se desvanecía en las leyendas de las estrellas, Ghroth vagaba por el cosmos, buscando su próxima víctima.

Ghroth es descrito como un gigantesco cuerpo celeste, similar a un planeta o una estrella, que vaga por el universo. Sin embargo, no es un simple objeto inanimado, sino, un ser consciente que trae destrucción y caos.