Yamata-no-Orochi es una legendaria criatura de la mitología japonesa. Simboliza una fuerza incontrolable de caos y destrucción que solo causa devastación.
Según las fuentes mitológicas, Yamata-no-Orochi es un ser colosal: Posee ocho cabezas y ocho colas enormes y temibles. Se dice que su cuerpo es tan largo que cubría ocho valles y ocho montañas. Sus ojos brillan como si fueran de color rojo sangre. En su cuerpo crecían musgos y árboles. Y su enorme barriga hinchada siempre estaba llena de sangre.
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Se cuenta que hace mucho tiempo, el dios Susanoo-no-Mikoto fue desterrado del reino celestial por su comportamiento rebelde. Despojado de su lugar junto a los dioses, descendió al reino mortal, vago por la tierra hasta llegar a la provincia de Izumo, ahí, Susanoo se encontró con una pareja de ancianos, Ashinazuchi y Tenazuchi, quienes lloraban desconsolados.
A su lado estaba su última hija, la hermosa Kushinada-hime. Intrigado, Susanoo les preguntó la causa de su sufrimiento. —Somos los guardianes de ocho hijas —dijo Ashinazuchi entre sollozos—. Pero año tras año, el terrible dragón Yamata-no-Orochi ha venido para devorar a una de nuestras hijas. Ahora solo nos queda Kushinada-hime, y sabemos que pronto vendrá por ella.
Susanoo, al ver la desesperación en sus rostros y la belleza de Kushinada-hime, decidió ayudarlos. Entonces el dios dijo: —Si me permitís casarme con Kushinada-hime, prometo que acabaré con esa bestia de una vez por todas.
Los ancianos, esperanzados, aceptaron la propuesta. Susanoo transformó a Kushinada-hime en un peine y la colocó en su cabello para mantenerla a salvo. Enseguida el astuto dios de los mares, elaboró un plan ingenioso. Susanoo pidió a los ancianos que prepararan ocho enormes tinas de sake. Mientras tanto, él construyo un enorme muto con ocho puertas. Enseguida colocaron cada tina frente a una puerta, formando un círculo alrededor de la casa.
Cuando Yamata no Orochi apareció, incluso Susanoo se sintió amenazado por su tamaño y aspecto aterrador: tenía ocho cabezas y ocho colas, su cuerpo cubría montañas y valles, y sus ojos brillaban con el color de la sangre. Entonces Orochi se acercó a la casa rugiendo, mientras sacudía toda la tierra.
Atraído por el aroma del sake, Orochi atravesó con sus cabezas cada una de las puertas para beber. El dragón, al probar el licor, quedó cautivado y continuó bebiendo hasta que se emborrachó por completo. Sus movimientos se volvieron lentos y torpes, hasta que su comportamiento fue por completo errático, aunque, algunas versiones mencionan que incluso quedo dormido por completo.
Aprovechando el momento, Susanoo desenvainó su espada y atacó al dragón. Aún borracho, Orochi seguía defendiéndose, pero Susanoo logro cortar una por una las cabezas de la serpiente. La sangre del monstruo fluía como ríos, y el estruendo de la batalla resonaba por toda la región. Al final, Orochi pereció cuando Susanoo corto la última de sus cabezas y de la misma manera procedió con las colas.
Cuando el dios intento cortar la cuarta cola, su espada choco con algo extremadamente duro. Extrañado, inspeccionó la cola y descubrió una espada sagrada en su interior. El arma era la legendaria Ame-no-Murakumo-no-Tsurugi (la que más tarde seria conocida como Kusanagi-no-Tsurugi, la Espada de la Hierba).
Susanoo tomó la espada como un trofeo y la ofreció como regalo de reconciliación a su hermana, Amaterasu, la diosa del sol. Amaterasu acepto el regalo, y permitió a Susanoo regresar al cielo. Además, con Yamata no Orochi derrotado, la región quedó en paz. Susanoo devolvió a Kushinada-hime a su forma humana y se casó con ella, convirtiéndose en el protector de la tierra de Izumo.
Desde entonces, el mito de Susanoo y Yamata no Orochi ha sido recordado como una historia de valentía, ingenio y redención, donde el caos representado por el dragón fue derrotado por la fuerza y la astucia de un dios desterrado.