Horcos es el dios del juramento y la personificación de la promesa jurada en la mitología griega. Representaba la importancia sagrada de cumplir las promesas y los pactos. Como guardián de la verdad, Horcos castigaba a quienes rompían sus juramentos y traicionaban su palabra.
El mitógrafo Higino consideraba a Horcos hijo de Éter y de Gaia, mientras que Hesíodo en su Teogonía lo enumera entre la prole de la diosa de la discordia, Eris, otorgándole a Horcos una connotación negativa, pero que se explicaba por los males que a los hombres habían acarreado al hacer juramentos sin meditar y luego no haberlos cumplido.
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En esta faceta punitiva era compañero inseparable de Dice, la justicia, y estaba asistido por las terribles erinias, personificaciones femeninas de la venganza.
También se le asociaba estrechamente con Némesis, la diosa de la justicia y la venganza, ya que los juramentos violados atraían la ira divina.
Horcos no tiene un protagonismo destacado en mitos específicos como otros dioses o héroes griegos, pero su presencia está implícita en varios relatos mitológicos, ya que el tema de los juramentos es crucial en muchos de ellos.
Uno de los ejemplos más notorios es el pacto roto que desencadenó la Guerra de Troya. Antes de la guerra, los reyes griegos hicieron un juramento para proteger a Helena y al esposo que ella eligiera, que fue Menelao.
Cuando Paris, príncipe de Troya, raptó a Helena, los griegos rompieron este juramento, lo que llevó a un conflicto de proporciones épicas. Aunque Horcos no aparece directamente, el quebrantamiento de este juramento está en el corazón del conflicto.
En una de sus fábulas, Esopo cuenta que un hombre había recibido una suma de dinero que no pensaba devolver. Huyendo de la ciudad se encontró con Horcos, y le preguntó que cada cuanto tiempo solía volver a cada sitio en busca de perjuros. Él le contestó que volvía cada treinta o cuarenta años, por lo que el hombre no dudó al día siguiente en jurar que nunca había recibido el dinero.
Ese mismo día se topó con Horcos, que lo arrojó desde un precipicio, explicando que, si bien solía regresar cada treinta o cuarenta años, podía hacerlo el mismo día si era provocado.
Horcos también figuraba como uno de los epítetos del rey de los dioses, conociéndosele como Zeus Horcio, que castigaba la violación de los juramentos. Desde esta perspectiva, Zeus Hocio utilizaba sus rayos para fulminar a quienes traicionaban su palabra.
Horcos, al ser la personificación del juramento y el castigo que conlleva romperlo, no era una deidad ampliamente representada como otros dioses mayores. No obstante, se le representaba de manera abstracta, como una figura sombría o severa, que carga con cadenas o ataduras.
Horcos encarna la importancia de la verdad y la justicia en la sociedad griega, siendo un recordatorio de las consecuencias divinas del engaño. Incluso los dioses eran afectados y sometidos a sus castigos. De modo, que incluso ellos intentaban no faltar a sus juramentos, al punto de que temían romperlos.